Por Esteban Crevari. Una visión morfológica de las organizaciones radicalizadas en la República Argentina en el período comprendido entre el golpe militar de 1955 y el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón.
Introducción
El presente trabajo se propone efectuar un análisis básicamente morfológico de lo que fue uno de los procesos más trágicos de la Historia Argentina: la radicalización de gran parte de las organizaciones políticas en el período comprendido entre la segunda mitad de la década del '50 y la segunda mitad de la década del '70.
No se trata de profundizar en aspectos propiamente históricos. Por el contrario, se pretende establecer un esquema conceptual que permita reflejar cursos por los cuales las diferentes organizaciones reconocieron su origen como su posterior eclipse.
Del mismo modo se intentará desdibujar lo que desde diversos ámbitos con pretensiones de masividad, opera prácticamente como una constante: cierta y confusa homogeneización conceptual que tiende a homologar a todas las organizaciones de la época en una misma identidad política sustentada en un carácter tan exclusivo como arbitrario, como es el de la irradiación de pura violencia.
Sin ánimo de soslayar lo acaecido, lo cierto es que cada organización contó -al menos en sus inicios- con objetivos bastante definidos, aunque la mayoría de ellas -en una etapa posterior- entraron en franca contradicción con sus presupuestos originales, dentro de lo que se incluye una redefinición estratégica que signó el rumbo final de las mismas.
A modo introductorio es posible encontrar aspectos comunes que en materia de contexto general coadyuvaron a la radicalización de toda una generación política. Sobre éstos, además, primaron otras cuestiones que precipitaron a la constitución de diversas organizaciones portadoras de lecturas particularizadas de la realidad, con su correspondiente despliegue ideológico, político, logístico y operativo.
En este sentido, es posible distinguir dos amplias vías en las que las diferentes organizaciones nacieron, evolucionaron y sucumbieron: a) organizaciones peronistas; b) organizaciones no peronistas. No obstante, aunque dichos andariveles pueden ser apreciados con bastante claridad, es posible apreciar a lo largo del tiempo ciertos cruces protagonizados por organizaciones que tanto como consecuencia de decisiones corporativas, como por posteriores episodios de fracturas decidieron vulnerar dichos límites. En dichos cruces es posible advertir una mayor confluencia de organizaciones no peronistas volcándose a la dimensión opuesta que al revés.
Finalmente se propone un mapa conceptual en el que puede apreciarse la metamorfosis de las diferentes organizaciones radicalizadas de la época, como sus principales actores.
Probablemente haya quienes consideren incompleto el esquema propuesto, ya que no se efectúa -con idéntico rigor- un trabajo sobre las agrupaciones encuadradas en lo que se puede reconocer como la derecha peronista. La razón de tal exclusión se fundamenta en el hecho de que tales nucleamientos ameritan una tarea de investigación en sí misma que excede los límites de este trabajo. Por otra parte, aunque éstas resultaron abundantes el esquema funcional y organizativo de muchas de éstas se torna difuso como consecuencia de su asociación estrecha con otro tipo de organizaciones (sindicales) o directamente vinculadas a organizaciones de seguridad, inteligencia o agencias de gobierno.
Un ajuste conceptual
A la hora de indagar sobre los sucesos políticos que formaron parte del contexto argentino de las décadas del '60 y '70, un tema ineludible es el que incumbe al papel desempeñado por las juventudes políticas, en particular aquellas que por una conjunción de aspectos comunes y cuestiones específicas, decidieron empuñar las armas para consolidar lo que consideraban un proyecto político destinado a la liberación.
Aunque es mucho lo que se ha escrito, junto a lo que permanentemente se incorpora en términos de investigación en esta temática, no por ello la cuestión dista de ser compleja. Es que aunque mucho tiempo ha pasado, para muchos las heridas no han logrado cauterizar y desde esa sensación diferentes abordajes resultan influidos por aspectos más ligados a lo pasional en términos de fuego contra fuego que a un análisis estrictamente racional.
Como ejemplo de dicha complejidad basta preguntarse qué denominación resulta más apropiada para englobar a los actores colectivos que formaron parte de este proceso único e irrepetible. Muchos intentos se han producido, aunque los más difundidos no parecen lograr un encuadre lo suficientemente preciso como para incluir a las diferentes agrupaciones conforme a su ideario y su accionar.
A continuación se citan las denominaciones más frecuentes, junto a lo que se considera como las limitaciones primarias que éstas traen aparejadas:
a) Organizaciones Armadas: esta denominación pone énfasis en los aspectos militares a expensas de los aspectos políticos. Si bien algunas organizaciones consideraban ello como una cuestión liminar, no todas entendían válida dicha primacía como tampoco todas las organizaciones políticas se distinguieron por escoger el camino de las armas como alternativa para la consolidación de sus proyectos.
b) Organizaciones Terroristas: en este caso es el terror el factor que se considera como preponderante para la producción de un encuadre global. Sin considerar que tal apelación proviene fundamentalmente desde la lógica de quienes de derecho o de facto contaron con el control del aparato estatal, el terrorismo no fue un medio exclusivo de las organizaciones que se pretende incluir, sino por el contrario, fue insumo de la acción de una pléyade de actores políticos, cuyos objetivos no necesariamente tuvieron que ver con la idea del cambio. Por otra parte, algunas de las organizaciones en las que el terror resultó un medio para la acción, se valieron simultáneamente de otras iniciativas desde las que la violencia intentaba ser planteada como una condición necesaria para la construcción de una sociedad diferente.
c) Organizaciones Subversivas: en este caso se enfatiza la noción planteada en el ítem anterior, con especial intensidad en lo que concierne a la pretensión política de efectuar un drástico giro respecto al orden y los valores occidentales. El origen de tal denominación se vincula directamente con aquellos que básicamente protagonizaron la lucha valiéndose del terrorismo de Estado. En forma coincidente con este caso, también puede aludirse a la denominación "organizaciones guerrilleras".
d) El fenómeno insurreccional: tal definición, aunque pertinente, resulta acotada conforme a los hechos registrados. Y ello obedece a que no todo el desarrollo y despliegue del conjunto de estas organizaciones políticas se vincula con la pretensión de hacer tabula rasa del orden existente en ese período histórico. Contrariamente a ello vale considerar que algunas organizaciones basaron su accionar en lo que se conoce como la "resistencia peronista" pero no necesariamente por ello libraron batalla contra el capitalismo.
e) Guerrilla Urbana: tal expresión excluye un fenómeno que, aunque lejos de presentarse de un modo preponderante, tuvo experiencias concretas; particularmente en los primeros años del período donde la lógica "foquista" se sustenta en criterios de tipo rural, como el episodio insurreccional protagonizado en 1975 por el Ejército Revolucionario del Pueblo en la provincia de Tucumán.
f) Formaciones Especiales: aunque es una denominación bastante utilizada, la limitación de la misma se vincula con el carácter parcial de su cuño original: bautizadas así por el General Juan Domingo Perón, el término alude particularmente a las que aquí se encuadran dentro de la dimensión peronista, quedando excluidas las restantes. Por otra parte, tal denominación (con ciertas pretensiones de exaltación elogiosa) se debilita a partir del distanciamiento del líder con las organizaciones.
Toda definición arrastra una carga de subjetividad. Más allá de tal reconocimiento, la definición que mejor parece ajustarse a los sucesos de la época es la de Organizaciones Radicalizadas. Y el fundamento de esta elección se circunscribe básicamente a lo que se considera como un común denominador en la actuación del conjunto de las organizaciones a considerar: disconformidad con el orden social existente (más allá del grado alcanzado), acción política desarrollada independientemente del marco jurídico, grado de movilización, capacidad de autogestión, fuerte presencia de antagonismos en la forma de concebir a la sociedad, etc.
El Contexto General
Como se afirmara anteriormente, aunque la pretensión de abordar esta temática con fines estrictamente históricos escapa al alcance del presente trabajo, es necesario considerar que la época en la que el conjunto de las organizaciones radicalizadas argentinas encontraron su época de mayor despliegue, constituye una de las más ricas en términos de sucesos acaecidos mundialmente. En un breve período temporal que puede ubicarse a partir de la plena vigencia del conflicto Este-Oeste, sucesos como la guerra de Corea, el surgimiento internacional del Movimiento de los No Alineados, la Revolución Cubana, el proceso de descolonización de Argelia, la división de Alemania, el carácter ilusorio de la Alianza para el Progreso, la Crisis de los Misiles, la Guerra de Vietnam, la Revolución Cultural China, el asesinato de Ernesto Guevara, la primavera de Praga, el Mayo Francés, por citar algunos hechos, conmocionaron la vida social e individual, reflejándose directamente en lo cultural, político e intelectual.
Se trata de un contexto en el cual la célebre consigna "prohibido prohibir" parece reafirmarse día a día a partir de la voluntad como fuerza motriz de su materialización progresiva. Desde lo estrictamente político, la voluntad política reflejada en nuevas formas de lucha, contaría con un relevante empuje: luego del triunfo en la batalla de Playa Girón, Fidel Castro lanzaría como primer objetivo de su política exterior la exportación de la revolución cubana, que oficiaría de poderoso insumo para la acción política insurreccional(2). En un mismo sentido operaria la primera conferencia de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad en La Habana, organizada el 31 de julio de 1967, donde se establecerían los criterios liminares rectores de la lucha revolucionaria latinoamericana y el carácter inevitable de la lucha armada.(3)
El mundo bipolar despertaba de un modo creciente singulares rechazos, tanto en lo que era considerado como la lucha contra el imperialismo norteamericano, como en el fuerte rechazo puesto de manifiesto en variados episodios de acción política, colocando al régimen estalinista en el foco de una férrea oposición.
En lo concerniente a la situación regional, la evolución de los acontecimientos económicos, políticos y sociales, eran considerados de acuerdo a interpretaciones resultantes de la aplicación del materialismo dialéctico. Numerosas agrupaciones portadoras de un ideario anticapitalista fueron articulándose en este sentido, con eje en el revisionismo histórico y una profunda fe en la emancipación socialista, tomando como paradigma la gesta de los libertadores latinoamericanos, juntamente con expresiones políticas contemporáneas del pensamiento revolucionario. En este sentido figuras como Bolívar, San Martín, Martí, Haya de la Torre, Prestes, Mariátegui, Castro, y Guevara contribuyeron a forjar diferentes organizaciones en las que la acción directa contra los diferentes regímenes políticos exigían un universo de comprensión con eje en la realidad latinoamericana.
La situación política argentina, por su parte, también aportó lo suyo en lo que respecta a cómo las organizaciones radicalizadas manifestaron su desarrollo y evolución. Pese a que no resultaban pocos los que consideraban al peronismo como muro de contención del avance marxista, la Revolución Libertadora se embarcó en una política de aniquilamiento contra todo estertor del que pasó a ser considerado sin más como el "tirano prófugo" El derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, desató una furibunda persecución, valiéndose de la proscripción política y el ejercicio de la pura violencia para erradicar lo que a juicio de la Revolución Libertadora constituía la fuente de todos los males: el movimiento peronista en sus diversas manifestaciones.
No obstante el odio visceral profesado, fue gestándose la reacción. Tanto los fusilamientos en José León Suárez, como el cometido contra el General Valle a causa de un intento de alzamiento, se transformaron en banderas de lucha de lo que de un modo genérico se conoce como el fenómeno de la Resistencia Peronista.
La proscripción absoluta del peronismo en el esquema político instaurado a partir del gobierno de Aramburu, los posteriores flirteos de Frondizi en su singular camino de acceso al poder, y la permanente tutela del poder militar en términos de restricciones y condicionamientos políticos, operaron de un modo convergente con las singulares concepciones de la democracia del ideario peronista y de las nuevas organizaciones de izquierda. La democracia era vista como un esquema retórico y formal en el que ni siquiera quedaba garantizado un alcance minimalista.
Aunque desde diferencias ideológicas profundas, peronistas y no peronistas convergían en sus pocas expectativas por la democracia. Gruesas distorsiones conceptuales como las que surgen entre aquellos que analizaban la realidad desde lo general a lo particular y aquellos que procedían de modo inverso, quedaban relegadas a un segundo plano, de acuerdo a la necesidad de entablar condiciones de una lucha política en nombre del nacionalismo o el socialismo. En ambas concepciones, la violencia fue introduciéndose paulatinamente como un recurso para la desestabilización del régimen militar o el sistema. Esta coexistencia de intereses tan contrapuestos era posible a la luz de un terreno que en lo táctico planteaba objetivos comunes. Las diferencias de mayor escala quedaban para una instancia posterior. Así se fueron configurando dos dimensiones desde donde las diversas organizaciones radicalizadas operarían. No obstante, algunos cruces se irían produciendo como consecuencia del carácter dinámico de los actores colectivos implicados y el esquema conceptual de los mismos.
Para aquellos enrolados en lo que constituyó la resistencia peronista, el trámite electoral resultaba ilusorio a la luz de la proscripción del partido y el destierro de su líder. La abrumadora porción de votos en blanco, junto a las anulaciones y nuevos cercos que el poder castrense dictaminaba toda vez que los resultados electorales iban a contrapelo de la estrategia de cooptación y atomización del movimiento peronista, profundizaban el desdén hacia el sistema democrático.
En relación a ciertos grupos de inspiración marxista, trotskista, maoísta o guevarista, la democracia constituía el basamento esencial para reafirmar la dominación burguesa y la expoliación imperialista de Estados Unidos. Resultaba menester pasar a la acción a fin de agudizar las contradicciones y con ello romper las ligaduras que mantenían al pueblo trabajador en franca situación de alienación y dependencia. A partir de generar condiciones objetivas de rebelión popular, el pueblo adquiriría la conciencia suficiente como para reconocer en el capitalismo la fuente de la desigualdad y la injusticia social.
De acuerdo a la vigencia de dichas percepciones la acción política básica consistía en redoblar la apuesta en forma permanente. La lucha no admitía matices ni actitud negociadora. Esta intransigencia es la que posibilitó subestimar una experiencia política como la de Arturo Illia desde la que -a la luz de los hechos posteriores- hubiese sido beneficioso morigerar la lucha. Por el contrario, se impuso el criterio de "cuanto peor, mejor",mientras decisiones tomadas en forma minoritaria aparecían fundadas en la claridad de una vanguardia que actuaba arrogándose la representación del pueblo trabajador.
Las primeras acciones armadas surgieron como correlato de lo proferido por Regis Debray y su "célebre" foco, junto a lo que se consideraba una comprobación empírica que ponía de manifiesto el carácter científico del análisis: la Revolución Cubana. Mecánicamente, Salta o Tucumán eran vistas de acuerdo a una táctica foquista en las que se homologaba la realidad en relación a la experiencia protagonizada por los "barbudos" de Cuba, o el pueblo vietnamita.
La táctica foquista fue muy aplicada por las primeras organizaciones armadas. Aunque con matices continuó siendo un recurso válido a lo largo del período. Es que el foco fue objeto de un proceso de discusión continua, tanto internas como entre diferentes organizaciones. Para el primero de los casos dicho debate se pone de manifiesto en las diferencias entre Ángel Bengoechea y Hugo Bresano en el seno de Palabra Obrera que signó una ruptura entre éstos. Decía Bengoechea: "La guerra revolucionaria es la que se plantea la conquista revolucionaria del poder a través de la incorporación de los sectores más pobres de la población a esa guerra, partiendo de un foco primero..."(4)
Por su parte, Mario Santucho desde el FRIP contaba con una visión más moderada en torno a sus expectativas para con el foquismo, al que más allá de su eficacia lo consideraba inserto dentro del terreno de la espontaneidad. Para él el foco significaba el pasaje de la lucha económica de masas a la lucha militar de vanguardia cuando lo más preciso era transformar la lucha económica en una lucha política capaz de generar condiciones propicias para la victoria en el terreno militar.(5)
Para las Fuerzas Armadas Revolucionarias "El foco es un generador de conciencia y no es de ninguna manera tal o cual unidad combatiente, existente en tal o cual encuadre estratégico en una determinada sociedad nacional."(6)
El foco se mantuvo como alternativa válida durante todo el período de vigencia de las organizaciones radicalizadas. No obstante, la confianza ilimitada que gozó en una primera instancia fue menguando conforme al reconocimiento de las dificultades que se presentaban para la realización del trabajo insurreccional y que el foco como recurso no lograba disipar. La fallida experiencia protagonizada por Ernesto Guevara en Bolivia, mucho contribuyó en tales apreciaciones.
Organizaciones hermanadas en lo retórico
A lo largo del período es posible advertir momentos de acercamiento y momentos de distanciamiento entre las organizaciones de una y otra dimensión. Probablemente el punto de mayor cercanía se ubique en los primeros años del gobierno de Lanusse, mientras que el momento de mayor alejamiento sea el correspondiente a la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia de la República en 1973. Y ello obedece a que no fueron pocos quienes consideraban que logrado el objetivo de llevar a Perón nuevamente al poder, no había razones válidas para continuar con la lucha armada.
Aunque con frecuencia unos y otros se reconocían como miembros de organizaciones "hermanas" o compañeros de la lucha por la liberación, sus diferencias conceptuales eran severas. Para ello sólo basta con destacar algunos conceptos.
Para el ERP, el peronismo era un fenómeno político contrarrevolucionario de corte bonapartista y continuista, que seguía la política antipopular y antinacional de la dictadura militar de Aramburu y Onganía. Si bien reconocían matices que permitían distinguir a un peronismo progresista y otro contrarrevolucionario, el peronismo era básicamente entendido como la expresión burguesa y burocrática que se proponía reorganizar el capitalismo atrayendo capitales imperialistas. Por su parte, Perón era visto como un neto defensor de su clase: la burguesa y, por tanto, era considerado como el jefe de la patronal, de la contrarrevolución y de la política represiva en el enfrentamiento popular con las fuerzas de la burocracia. Posteriormente, y ante la renuncia del presidente Cámpora, Perón también sería visto como el mentor de un verdadero proceso de autogolpe.(7)
Desde el peronismo las críticas no eran menos intensas. Se acusaba al ERP de antiperonista por evidenciar en forma permanente una valoración negativa de la experiencia histórica da la clase trabajadora bajo el peronismo. Dicho antiperonismo era el resultado de la primacía de modelos abstractos y de carácter internacionalistas que subordinaban la situación nacional a la universal doctrina marxista-leninista. Por otra parte se acusaba al ERP de efectuar interpretaciones forzadas del auténtico marxismo.(8)
Es en este orden de cosas donde las diferencias conceptuales entre patria socialista y patria peronista cobran mayor identidad. Pero sólo es un comienzo. Esta pugna luego sería trasladada dentro de la propia dimensión de las organizaciones radicalizadas peronistas.
Si bien el contraste entre las dimensiones donde se desarrollan y operan las organizaciones no peronistas, y las organizaciones peronistas resulta consistente, no por ello es lógico suponer que ambas se hayan desarrollado en idénticas proporciones, con simétrica intensidad, o a través de un curso lineal.
Las organizaciones radicalizadas peronistas fueron cuantitativamente superiores en número y en miembros, en relación a aquellas que no lo fueron. De acuerdo a ello, vale la pena considerar que el centro de gravedad se ubica fundamentalmente en la dimensión constituida por las organizaciones radicalizadas peronistas, lo que se sustenta al considerar la gran cantidad de actores (individuales o colectivos) que progresivamente decidieron cruzarse desde la dimensión no peronista hacia la dimensión peronista. En el caso inverso, sólo se registran cruces eventuales. Y esto es así como consecuencia de que el desarrollo de los acontecimientos posibilitaba suponer la búsqueda del sueño socialista dentro de la matriz peronista, pero no al revés.
Desde lo cualitativo -por su parte- también es posible advertir claras diferencias entre organizaciones de una y otra dimensión. Las organizaciones radicalizadas no peronistas se caracterizaron por contar con una mayor homogeneidad ideológica que aquellas constituidas dentro del crisol peronista, en las que es posible encontrar individuos portadores de orígenes e idearios muy diversos. Análogamente, mientras en la dimensión no peronista el partido político representaba un elemento insoslayable para generar vía propaganda y agitación, mejores condiciones para la acción en el terreno militar, las organizaciones radicalizadas peronistas soslayaban dicha cuestión valiéndose de la alternativa movimientista. El énfasis puesto en lo particular respecto de lo general, posibilitaba una coexistencia más que aceptable entre diferentes agrupaciones, sustentada además por el común denominador del ser peronista.
Probablemente dichas cuestiones pueden ser apreciadas en relación al desarrollo de dos de las organizaciones radicalizadas más importantes. Mientras Montoneros fue adquiriendo mayor preponderancia a partir de permanentes, disímiles y hasta contradictorias incorporaciones, el E.R.P. optó por mantenerse en una actitud de neto corte intransigente que le valió cierta consistencia en materia ideológica aunque también escisiones, deserciones y pérdida de eficacia operativa.
Desde un punto de vista cronológico, y aunque por razones diferentes, es posible considerar que ambas dimensiones resultan prácticamente contemporáneas. Mientras la dimensión peronista comienza a cobrar sentido a partir de lo que deviene de los años de la Resistencia Peronista, la dimensión no peronista se desarrolla fundamentalmente a partir del suceso cubano y la posterior experiencia de Ernesto Guevara en territorio boliviano.
Más allá de todas sus diferencias, las organizaciones radicalizadas encontrarían en su lucha contra el gobierno de facto de Onganía un canal para incentivar su crecimiento y en tiempos de Lanusse alcanzarían su plenitud. Los sucesos de El Cordobazo o El Rosariazo, en este sentido, proporcionarían de nuevos bríos como para hacerlos suponer que se encontraban en el camino correcto rumbo a la liberación nacional.
La dimensión no peronista
Aunque fueron muchas las organizaciones radicalizadas que desde allí surgieron no todas contaron con la misma integridad en términos ideológicos, lo que redundó en diversas redefiniciones estratégicas. El progresivo acotamiento del que el proceso cubano resultó objeto, el trágico desenlace del intento guevarista en Bolivia, los límites evidenciados por la táctica foquista en lo concerniente a su escaso poder inductivo en términos de rebelión social, el papel creciente que fue adquiriendo para muchos militantes el énfasis de la cuestión nacional sobre la visión internacionalista, la muerte o desaparición de muchos combatientes, junto a severas limitaciones de carácter logístico, constituyeron aspectos relevantes a la hora de efectuar un balance y proyectar la acción política de cara al futuro.
En esta dimensión pueden distinguirse tres orientaciones fuertes, a saber: a) aquellos que enrolados en un esquema político marxista-leninista orientaron gradualmente su accionar hacia la lucha armada; b) aquellos recostados en posturas trotskistas y que al tiempo que desdeñaban la alternativa armada optaban por privilegiar su acción en el ámbito del sindicalismo, o bien profundizar la táctica del entrismo en el peronismo (en este sentido se visualizaba a Perón como el único líder capaz de orientar a la Argentina hacia la plena industrialización, para luego suponer una radicalización de la clase obrera); c) otras expresiones con antecedentes en partidos de izquierda diversos y que posteriormente fueron incorporándose al peronismo a través de Montoneros.
Para aquellas organizaciones que decidieron emprender la lucha armada, las posturas trotskistas de entrismo fueron objeto de duro cuestionamiento. Además de ser consideradas como ligeras y dilatorias -por su énfasis en la espontaneidad de la rebelión popular- eran fuertemente criticadas por el carácter narcisista del trotskismo y lo que se juzgaba como un excesiva apelación a lo retórico:
"La idea de sentirse los transmisores de un riquísimo legado que corría el riesgo de desaparecer les permitió sostenerse férreamente en condiciones de hostigamiento y marginación, pero también propició a menudo una actitud dogmática -casi talmúdica- en la utilización de los textos sagrados (Marx, Engels, Lenin, Trotsky) y alimentó tal narcisismo en los líderes de cada grupo, que éstos se vieron sometidos a un estado de permanente querella donde las pequeñas cuestiones de poder se presentaban bajo la forma de sesudos debates doctrinarios." (9)
Entre las organizaciones o agrupaciones que reconocen su origen en la dimensión no peronista se citan a continuación las más relevantes. Nótese que en su devenir es posible advertir cómo éstas se debaten en torno a las orientaciones anteriormente consideradas:
1) Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) / Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): El PRT es fundado en los primeros años de la década del '60 a partir de la fusión de dos agrupaciones: El Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) y Palabra Obrera (PO). El primero de los casos fue fundado en julio de 1961 en la ciudad de Santiago del Estero y contó como su principal referente a Mario Roberto Santucho. Su radio de acción -además de Santiago del Estero- estuvo en Tucumán, Chaco y Salta. Básicamente, el FRIP enfatizaba su análisis en torno a las diferencias de desarrollo propias de un clivaje urbano-rural (10) . En cuanto a Palabra Obrera, se trataba de una de las expresiones más importantes del movimiento trotskista argentino. Su radio de acción estaba fundamentalmente orientado a lograr plena inserción en la esfera sindical. Entre sus máximos referentes es posible citar a Hugo Bresano (Nahuel Moreno), antiguo discípulo de Liborio Justo y posteriormente guía político de Milcíades Peña, y Ángel Bengochea quien poco antes de la alianza desde la que se fundaría el PRT rompería con Palabra Obrera. Moriría al poco tiempo con la detonación accidental de un artefacto explosivo en la Capital Federal. La alianza FRIP/PO se precipita a partir de la relación de Santucho con Leandro Fote, dirigente azucarero miembro de Palabra Obrera. La fundación del PRT tiene lugar el 25 de mayo de 1965. Pese al carácter trotskista de PO, el nuevo partido decidiría inscribirse dentro del esquema marxista-leninista. Años después, aquejado por las duras críticas hacia su espontaneísmo y por sus diferencias para con la noción de guerra revolucionaria propuesta, Hugo Bresano abandonaría el PRT regresando al PSA. Luego fundaría junto a Carlos Coral el Partido Socialista de los Trabajadores. El ERP surgiría a partir del V Congreso del PRT llevado a cabo en junio de 1970 con el objeto de ser el brazo militar de la guerra revolucionaria. Sus fundadores fueron Mario Santucho, Ana Villarreal, Luis Pujals, Enrique Gorriarán Merlo, Benito Urteaga, Carlos Molina, Joe Baxter (quien venía de una experiencia política previa en el Movimiento Nacionalista Tacuara), Domingo Menna, Luis Mattini, etc. El bautismo de fuego sería en septiembre de 1970 con el asalto a la Comisaría Nº 24 de Rosario. Fiel a su visión latinoamericanista, el ERP conformaría la Junta de Coordinación Revolucionaria, con el MIR chileno y el ELN boliviano a fin de difundir internacionalmente la lucha revolucionaria del Cono Sur. (11)
2) Fuerzas Armadas de Liberación: surgidas en 1968, se nutren de desprendimientos de otras fuerzas, fundamentalmente del Partido Comunista Revolucionario y otras agrupaciones de corte marxista. En abierta crítica a quienes creían en el espontaneísmo del pueblo para adoptar acciones de rebeldía colectivas, consideraban la necesidad de forjar una vanguardia que, por medio de la lucha armada, fuera conduciendo al pueblo en su lucha por una liberación nacional y social contra el imperialismo y la burguesía capitalista (eje de la superestructura política e ideológica del Estado). Aunque comenzaron identificados como una organización marxista leninista (entre sus primeros miembros se encuentran militantes provenientes del Partido Socialista de Vanguardia, desaparecido en 1964) posteriormente se orientarían al peronismo, hasta su incorporación definitiva a partir de 1974, poco después de un desmembramiento del que surgen cinco grupos diferenciados (22 de Agosto, Comando el Che, Inti Peredo, América en Armas, y 8 de octubre). Entre sus máximos exponentes se destaca la figura de Carlos Della Nave y Alejandro Rodolfo Baldú.
3) Otras organizaciones de izquierda: en este grupo se incluyen aquellas organizaciones que aunque portadoras de una visión antagónica en términos de sistema político, no necesariamente se asocian a experiencias de lucha armada. Entre aquellas que evidenciaron mayor regularidad operativa y -en algunos casos- orientados a crear condiciones de mayor legalidad, se destacan el Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA), de orientación maoísta y dirigido por Vanguardia Comunista (liderado por Roberto Cristina); el Partido Comunista Revolucionario (PCR); el ya consignado Partido Socialista de los Trabajadores de Carlos Coral y Hugo Bresano; y la Federación Juvenil Comunista (FJC).
La dimensión peronista
Las organizaciones radicalizadas que orientaron su accionar en esta dimensión evidencian una riqueza notable, conforme a la amplia diversidad ideológica de sus miembros. Desde el comienzo de la Resistencia Peronista, hasta su destrucción en la dictadura militar de 1976, las organizaciones peronistas se caracterizaron por su singular heterogeneidad ideológica. Si se analizan cada uno de los nutrientes conceptuales de esta dimensión, es posible interrogarse acerca de cómo pudo ser posible tal amalgama de expresiones. A modo de respuesta, es probable que tal coexistencia obedezca a una cuestión política erigida de un modo liminar: la reivindicación de la figura de Juan Domingo Perón y la memoria de Eva Duarte por sobre todas las cosas.
La concepción genéticamente movimientista del peronismo hizo posible desde siempre una amplia coexistencia sustentada en un poderoso verticalismo que a partir de 1955 se pone de manifiesto en el permanente diálogo de un Perón en el exilio y dirigentes escogidos selectivamente. En los prolongados años de proscripción y persecución, Perón supo homologar lealtad con capacidad operativa. Con la habilidad de un artista, procedió a definir aquellos actores que resultaban más consistentes para llevar a cabo la triple labor de lo que se conoció como el operativo retorno: desgaste del régimen de facto, amplificación discursiva, y engrosamiento del movimiento peronista. Nacionalistas, católicos militantes, socialistas, marxistas, antiguos falangistas, guevarianos, todos podían encontrar cobijo en la medida en que pusieran de manifiesto su inquebrantable compromiso con la resistencia y la lucha por el retorno definitivo del General Perón.
Durante la década del '60, y los primeros años de los '70, Juan Domingo Perón promovió activamente lo que en forma temprana definía como las "formaciones especiales":
"Como ustedes muy bien saben, el momento es para la lucha, no para la dialéctica política, porque la dictadura que azota a la Patria no ha de ceder en su violencia sino ante otra violencia mayor. El Pueblo está en su derecho de luchar por su destino, hoy comprometido por la irresponsabilidad de estos traidores entregados al imperialismo yanqui. Los pueblos que no son capaces o no quieren luchar por su liberación merecen la esclavitud. Pero mientras haya hombres que, como ustedes, están resueltos a esa lucha, la Nación no tiene nada que temer y el Pueblo puede enorgullecerse de contarlos en sus filas... (12)
"Hemos seguido como propia la "odisea" vivida por usted con motivo del ignominioso juicio, que terminó con su inicua condena. Tristes días son para la Patria, cuando los verdaderos patriotas son objeto de la persecución más despiadada pero, la condena de los canallas, transitoria en sí, no puede ser sino efímera como será el destino de la dictadura y su injusticia... Ya el Pueblo Argentino se encargará de liberarlo junto con la Patria y entonces faltarán árboles en Buenos Aires para hacer efectiva una justicia por la que se está clamando hace quince años..." (13)
"...Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza. Disponemos de una verdad que el tiempo se ha encargado de confirmar, tenemos la oportunidad que la historia nos brinda. Sólo nos falta que nos empeñemos con unidad y solidaridad. Yo tengo una fe absoluta en nuestros muchachos que han aprendido a morir por sus ideales, y cuando una juventud ha aprendido y alcanzado esto, ya sabe todo lo que una juventud esclarecida debe saber. Tenemos demasiados muertos, encarcelados y proscriptos para que nos olvidemos de su mandato. Tenemos mucho que hacer como para que no aprovechemos el tiempo. Tenemos demasiadas oportunidades como para desaprovecharlas. Y tenemos un destino que cumplir como para que nos desentendamos, egoístas, del deber de la hora... ...cada peronista ha de ser un combatiente en la forma que cada uno sea capaz de luchar y será provechoso que cada uno de nosotros, al finalizar cada día, nos preguntemos que hemos hecho por la causa que servimos, seguros que si no sabemos respondernos, es porque no estamos cumpliendo con nuestro deber..."(14)
A través de John William Cooke en los primeros tiempos, o desde la recepción y el aliento a los líderes juveniles después, Perón estableció una estrategia en respuesta simultánea a la política de proscripción impuesta por el poder castrense y a los intentos de relegar o desmembrar al peronismo, como fue la estrategia de vertebrar un "peronismo sin Perón" como el que oportunamente intentara llevar a cabo el líder sindical Augusto Timoteo Vandor.
La designación de los diferentes "delegados" resultó una tarea ejercida a discreción por el anciano líder desde Madrid. Aunque desde lo aparente todo apuntaba a ser visto como política uniformemente ofensiva, lo cierto es que el plan básico consistía en agudizar o atenuar las estocadas contra el poder castrense, de acuerdo al dictado de la coyuntura. Para ello basta recordar el célebre mensaje de "desensillar hasta que aclare", en relación a los primeros tiempos posteriores al golpe militar protagonizado por el General Juan Carlos Onganía contra el presidente constitucional Arturo Illia, o el juego de carácter pendular que posteriormente caracterizó la disputa entre Perón y Lanusse. Y desde allí es posible encontrarle sentido político al conjunto de individuos que sucesivamente contaron con la anuencia de Perón para ejercer su representación a la distancia: José Paladino, Héctor Cámpora, José Rucci, José Ber Gelbard, o Rodolfo Galimberti como responsable de una Juventud Peronista cada vez más influyente y cercana a Montoneros.(15)
A partir de mediados de 1972, y de un modo creciente, comenzaron a suscitarse profundas redefiniciones y reagrupamientos por parte de las diferentes organizaciones radicalizadas peronistas. Ya fuese en términos individuales, como producto de decisiones orgánicas, miembros aislados y organizaciones en su conjunto pasaban a engrosar las filas de la mayor estructura radicalizada: la Organización Montoneros. Se profundizaba lo que desde un punto de vista genético constituía una rasgo distintivo: la heterogeneidad de la base militante de sustento.
Pero en la lectura de los hechos dictados por coyuntura, la brecha entre los planes efectivos del General Perón y sus jóvenes discípulos fueron evidenciando diferencias cada vez mayores. Aunque no fueron pocos quienes reconocieron con la llegada de Cámpora al gobierno el momento por el cual resultaba menester deponer la lucha armada (como un importante sector de las Fuerzas Armadas Peronistas [FAP]), la mayoría de las organizaciones radicalizadas peronistas persistieron en la creencia de que resultaba necesario continuar con la ofensiva armada. Prácticamente sin tregua real, la política de fortalecer públicamente la identidad "con un cadáver en la mesa" siguió siendo el recurso habitual, pese a las claras advertencias formuladas de un Perón que advertía claramente que muchos de los que había respaldado fervorosamente comenzaban a evidenciar una dinámica propia:
"(...) Tenemos una revolución que realizar, pero para que ella sea válida, ha de ser de reconstrucción pacífica y sin que cueste la vida de un solo argentino. (...)
Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro Movimiento. Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo y desde arriba. Nosotros somos justicialistas. Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología. Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando "La vida por Perón" que se hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos.
Los viejos peronistas lo sabemos. Tampoco lo ignoran nuestros muchachos, que levantan banderas revolucionarias. (...)Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro Movimiento o tomar el poder que el Pueblo ha conquistado, se equivocan. (...)
(...) Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. (16)
En forma simultánea a las directas advertencias, Perón especuló con neutralizar a las organizaciones rebeldes a través de un mayor protagonismo de una derecha peronista comandada fundamentalmente por su secretario personal José López Rega, a la sazón miembro del gabinete fugaz de Héctor Cámpora, pero que continuaría incólume durante su presidencia y parte del articulado por su mujer (y vicepresidente) María Estela Martínez de Perón.
La juventud maravillosa de las formaciones especiales que patrióticamente había decidido embarcarse en la ofensiva armada, en poco tiempo pasó a ser objeto de profunda preocupación y de una reacción cada vez más evidente. El asesinato del líder sindical José Ignacio Rucci terminaría oficiando como un punto de inflexión del que no habría retorno en términos de reconciliación, sumado a la escalada de violencia del grueso de las organizaciones radicalizadas en el último cuatrimestre de 1973 y los primeros años de 1974. No obstante, la ira de Perón aún incluía cierto ingrediente negociador para con sus organizaciones afines. Durante el interregno de Raúl Lastiri, luego de la renuncia de Cámpora y su vicepresidente Solano Lima, se sancionaría el decreto 1454/73 en el que se declaraba ilegal al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), probablemente como una demostración de hasta donde estaba dispuesto a avanzar para consolidar sus deseos de pacificación nacional.
Sin embargo la espiral de la violencia no mermaría. Por el contrario, reinaría la lógica de combatir al fuego con el fuego. La violencia se incrementaría de un modo desembozado a través de la acción de una ortodoxia furibundamente reaccionaria que especulaba con llevar a cabo una ofensiva capaz de demostrar a las claras que estaba en condiciones más que suficientes de superar a la ya fatídica lógica de golpe por golpe propia de las organizaciones radicalizadas valiéndose del soporte provisto por sindicatos de gran porte y de la mismísima estructura estatal. Estructuras como Guardia de Hierro o el Comando de Organización (C de O) pueden ser vistos como "colectivos" desde donde se canalizaba la acción directa de la Unión Obrera Metalúrgica, Unión Obreros de la Construcción, Sindicato de la Carne, y muchos otros. A nivel juvenil, la política sería semejante desde la acción de la Juventud Peronista de la República Argentina (Jotaperra), o la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), con ingerencia más directa en la vida sindical y a modo de contrarrestar la acción de la Juventud Sindical Peronista (JSP) respaldada en Montoneros. En el marco universitario la política sería semejante.
A fines de noviembre de 1973, la tétrica y tristemente célebre Triple A se presentaría en sociedad atentando contra la vida del senador radical chubutense Hipólito Solari Yrigoyen. Con una capacidad logística sustentada desde el propio Estado, las bandas paramilitares coordinadas desde el Ministerio de Bienestar Social cometerían una infinidad de asesinatos mientras confeccionaban auténticas listas negras que obligarían a numerosos argentinos a emprender el dramático exilio.
El equilibrio intrasectorial, como factor básico del modelo de conducción peronista, estaba definitivamente quebrado. Al tiempo que la indiferencia era la norma en lo que se vinculaba a la condena del uso de la violencia del sector ortodoxo, el enfrentamiento del veterano líder con las organizaciones radicalizadas se pondría de manifiesto de la forma más cruda, justamente en lo que resultó ser uno de los ámbitos más emblemáticos del peronismo: la movilización popular en la Plaza de Mayo. Los "muchachos montoneros" serían expulsados de la masiva convocatoria luego de ser defenestrados públicamente y definidos como "estúpidos, imberbes, mercenarios"(17) por el anciano líder preventivamente protegido en un balcón blindado, flanqueado por Gelbard, su esposa y José López Rega.
A los errores propios de la incapacidad de advertir el momento desde el cual resultaba propicio consolidar lo actuado por parte de las principales organizaciones radicalizadas peronistas, se agregaría el carácter errático, autoritario y soberbio de una toma de decisiones plagada de falencias conceptuales en términos de estrategia a seguir. A los numerosos asesinatos fundados en la más rancia visión vanguardista (que conmoverían a la opinión pública de un modo creciente) vale la pena considerar lo que fue el pase a la clandestinidad de la organización Montoneros, luego de la fugaz experiencia de fundar el Partido Peronista Auténtico, con actuación electoral en la provincia de Misiones. Los padrones de sus afiliados constituyeron una fuente valiosa de información para los fines de exterminación física de la Triple A y posteriormente por la dictadura militar de 1976. De igual modo puede ser considerada la decisión del Comando Superior Montonero -ya en el exilio- referida al uso de uniforme militar en plena dictadura militar.
Principales organizaciones
El desarrollo de la organizaciones radicalizadas peronistas puede ser visto de acuerdo tres momentos, pero que no deben ser considerados como compartimientos estancos, a saber: 1) el correspondiente a la Resistencia Peronista durante los últimos años de la década del '50 y la primera mitad de la década del '60; 2) el comprendido al período denominado como de la Revolución Argentina, hasta 1972; 3) el correspondiente a la segunda mitad de 1972, hasta la dictadura militar autodenominado como Proceso de Reorganización Nacional:
1) Organizaciones devenidas de la Resistencia Peronista: las primeras demostraciones de resistencia civil a la dictadura autodenominada como Revolución Libertadora, se caracterizaron por cuestiones asociadas a las siguientes particularidades: a) organización celular; b) falta de instancias de coordinación mayor; c) acción focalizada con predominio de acción rural; d) escasa capacidad operativa y logística; e) mixtura ideológica de valores propios del movimiento justicialista, con cuestiones asociadas a valores propios de aspectos de corte nacionalista, y perspectivas ideológicas tomadas de ciertos movimientos radicalizados latinoamericanos; e) escasa inducción en términos de adhesión masiva. En este estadio se destacan los Uturuncos (luego MPL: Movimiento Peronista de Liberación), con acción en Tucumán; el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) integrado por sectores provenientes del integrismo católico y nacionalismo peronista, y el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), integrado originariamente con cuadros militantes de pequeños sindicatos en abierta oposición a los sectores asociados a la burocracia sindical y luego cooptado por un sector de la Juventud Peronista.
2) Organizaciones con desarrollo en la segunda mitad de la década del '60, hasta entrados los '70: las características más singulares de las organizaciones en este período son: a) presencia de estructuras orgánicas regionales con desagregación en estructura de comandos con menor número de miembros; b) instancias de coordinación a partir de una conducción estratégica; c) acción territorial con predominio de lo urbano sobre lo rural; d) capacidad operativa de mayor despliegue, con financiamiento propio y de fuentes externas; e) interrelación con organizaciones internacionales; f) en lo ideológico, predominio de la doctrina peronista; g) expansión en términos de inducción social (fundamentalmente en ámbitos sindicales, universitarios, de enseñanza media, y de sectores enrolados en diferentes regionales de la Juventud Peronista); h) publicación regular de órganos oficiales de prensa. En esta etapa se destacan: a) las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP): surgidas en 1967 a partir de ex combatientes uturuncos como José Luis Rojas y Amanda Peralta, junto a militantes juveniles de la Resistencia Peronista como Envar El Kadri, a la sazón jefe del grupo, miembros de la Juventud Peronista de Santa Fe, Corrientes, Santa Cruz, Carlos Caride. En 1970 proceden a interrumpir momentáneamente la lucha armada, a la luz de la estrategia de incentivar el trabajo político y sindical de masas. En el seno de una profunda discusión ideológica se distinguirían dos sectores: los "iluminados" (con tendencia a privilegiar al marxismo como marco conceptual) y los "oscuros" (con plena reivindicación de los valores del peronismo). En 1973 las FAP sufrirían una fractura, constituyéndose las FAP Comando Nacional (lideradas por Raimundo Villaflor y que se integrarían al Peronismo de Base), y las FAP-17 (lideradas por El Kadri y Caride y que se incorporarían al año siguiente a la Organización Montoneros). b) Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR): en sus comienzos esta organización cuenta como antecedente directo al Ejército de Liberación Nacional (ELN) que alcanzó cierta celebridad en 1969 a partir de una serie de atentados contra la cadena de supermercados Minimax, (propiedad de Nelson Rockefeller). Además del ELN, las FAR se constituyen a partir de desprendimientos de partidos de izquierda como el ya citado Partido Socialista de Vanguardia, del Partido Comunista, los Comandos Santiago Pampillón y la Democracia Cristiana. Con el transcurso del tiempo, las FAR irían orientándose progresivamente al peronismo, hasta su fusión con Montoneros en 1973. El 30 de julio de 1970 las FAR irrumpirían ante la opinión pública a partir de un operativo llevado a cabo en la ciudad bonaerense de Garín. Entre sus miembros más destacados se encuentran Carlos Olmedo, Juan Pablo Maestre, Francisco Urondo, Mirta Misetich, Arturo Lewinger, Juan Gasparini, Roberto Quieto y Raquel Gelin, Gustavo Stenfer, etc. c) Montoneros: sin dudas fue la mayor organización radicalizada peronista. Surgida a partir de la convergencia de diversos sectores, tales como jóvenes militantes del nacionalismo católico, curas enrolados en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, y sectores provenientes de la Izquierda No Alineada, adquirían una celebridad singular y creciente a partir del secuestro y ejecución del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu en 1970. Constituyeron una organización política de grandes proporciones articulada a través de un esquema de Regionales distribuidas a lo largo y a lo ancho de la República Argentina. Entre sus miembros más destacados se encuentran Fernando Abal Medina, Mario Firmenich, Norma Arrostito, Carlos Ramus, Carlos Capuano Martínez, Juan García Elorrio, José Sabino Navarro, Fernando Vaca Narvaja y Carlos Maguid, y Roberto Perdía. d) Otras organizaciones radicalizadas: en este grupo se enrolan aquellas organizaciones con menor despliegue cuantitativo, aunque muchas de ellas constituyeron una fuente destacada en términos de despliegue cualitativo. Dentro de éstas pueden citarse a Acción Revolucionaria Peronista (ARP), Descamisados, Peronismo de Base, Frente Revolucionario Peronista, Movimiento Revolucionario 17 de octubre (MR-17), Federación Universitaria de la Revolución Nacional, y diversos estamentos de la Juventud Peronista.
3) Organizaciones a partir de 1972: en esta etapa las organizaciones citadas precedentemente evidencian un proceso de neta expansión. Sin embargo dicho crecimiento no necesariamente mantiene relación directa con las estructuras preexistentes ya que la mayoría de éstas pasaría a integrar la Organización Montoneros. No obstante estos aportes tardíos, años después comenzarían a surgir disensos y fracturas; fundamentalmente a partir de las insalvables diferencias con Perón y de un verticalismo desarrollado a ultranza en su pasaje a la clandestinidad.
Vale la pena consignar que no todas las organizaciones radicalizadas peronistas abrevaron en la acción violenta. Pese a ser portadoras de un discurso diametralmente opuesto al orden existente, muchas organizaciones canalizaron su accionar en su mayor o menor: a) poder de movilización popular; b) capacidad de negociación o chantaje para el logro de ciertas conquistas puntuales; c) poder de masificación a través de concentrar su accionar en la elaboración de diversas publicaciones de respaldo.
Operativos
En la siguiente tabla se contabilizan diferentes acciones armadas, según sus autores :
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A partir de los datos que arroja la tabla precedente, es posible afirmar que hasta 1972 el principal despliegue en materia de operativos ejecutados fue llevado a cabo por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Los años posteriores demostrarían una mayor ofensiva de la organización Montoneros.
De acuerdo a dicha tabla, es significativa la abultada cantidad de operativos sin firmar. Probablemente ellos se hallan sustentado a partir de una serie de móviles, a saber: a) muchos operativos tuvieron por objeto cuestiones estrictamente ligadas a la obtención de recursos económicos destinados al financiamiento de las organizaciones, y que no siempre resultaba conveniente asumir públicamente. La modalidad del atraco o el secuestro extorsivo fueron los más frecuentes; b) ídem el caso anterior en relación a la obtención de armamento y dentro del cual (además de robo de armamento en unidades policiales o militares) también se incluye la eliminación física de personal de fuerzas de seguridad aislados; c) operativos ejecutados por sectores no ligados a las organizaciones radicalizadas y que como consecuencia de la espiral de violencia general, resultaban fácilmente atribuibles a ellas.
No resultó posible consignar datos de los años 1973 en adelante. Y ello constituye una limitación no menor, dado que en este período es donde se registran una cantidad considerable de episodios de este tenor. A modo enunciativo vale la pena consignar que el grueso de las acciones fueron llevadas a cabo por ERP y Montoneros. Dentro de éstas es necesario considerar que muchas de ellas fueron directamente ejecutadas a la luz de las especulaciones políticas que surgían de la tensión en la relación entre Perón y Montoneros. A modo de ejemplo vale la pena considerar el ataque del 19 de enero de 1974, por parte del ERP, al Regimiento Mecanizado de Azul, el que además de inscribirse en la confrontación directa entre dicha organización radicalizada con las Fuerzas Armadas, puede ser considerado como un aporte a la ruptura definitiva entre Perón y Montoneros, para precipitar la conformación de un frente común de ofensiva entre ERP y Montoneros.
En estos años también es donde se ubican las acciones de la derecha peronista, con los episodios de Ezeiza como preanuncio de una escalada de violencia tremenda.
A modo de conclusiones
A partir del momento en el que decidí confeccionar el presente trabajo, fui consciente de las dificultades que atravesaría, tanto en términos de fuentes de datos, como en subjetividad analítica. Por dicho motivo, dentro de los objetivos primarios nunca estuvo incluida la alternativa de elaborar un trabajo estrictamente académico, sino una reseña con acento en lo morfológico de un fenómeno extremadamente singular de la historia argentina.
Esta temática siempre fue objeto de un profundo interés de mi parte. Probablemente ello obedezca al hecho de que cuando las organizaciones radicalizadas se encontraban en su máximo despliegue operativo, yo era un niño cursando mis estudios primarios y luego, mis primeros años de educación secundaria. Mi familia no se caracterizó por contar con militancia política, aunque recuerdo que la temática en cuestión formaba parte de las discusiones cotidianas. Es que la "acción de los guerrilleros", tal como se estigmatizaba a la cuestión en aquellas épocas, impregnó la vida de los argentinos de un modo profundo.
A modo de experiencia personal, recuerdo que cursando sexto grado en una escuela pública en el barrio porteño de La Boca, existía una cierta rivalidad entre el aula "A" contra el grado "B". Los del "A" jugábamos a ser los Montoneros, mientras los del "B" eran los Tupamaros. La "lucha" consistía en organizar "operativos" en los que abruptamente invadíamos el aula de nuestros adversarios para efectuar inscripciones con la "M" de Montoneros, mientras ellos hacían lo propio con la "T" de Tupamaros. También recuerdo -años más tarde- que mis padres, pese a haberme inscripto en dos colegios secundarios estatales, decidieron que cursara mis estudios en una escuela religiosa por encontrarse ésta cerca de mi casa y así evitarme el tener que viajar por temor a la ola de violencia.
Después vendría el silencio absoluto. Nada se hablaría ya de historia política, ni mucho menos de la experiencia democrática fallida de 1973. La asignatura E.R.S.A. (Estudio de la Realidad Social Argentina) pasaría a llamarse Instrucción Cívica con el monopolio del texto de Kechichián como material obligatorio de lectura. Recuerdo que tal hermetismo sólo se interrumpiría fugazmente, a partir de una conversación entre compañeros de estudio, a propósito del secuestro de Jacobo Timerman. Pero sólo sería una efímera interrupción para regresar a un silencio que hasta parecía natural. Años después (ya egresados) muchos de nosotros nos enteraríamos que dos preceptores (uno de los cuales era hijo de un profesor) se encontraban (hasta hoy) en condición de desaparecidos.
Probablemente esa coexistencia ignorada con la muerte sea una de las razones por las cuales orienté mi lectura al análisis y la crónica de esos hechos. Pero aunque a través de los años pude acceder a un diverso y abundante material, siempre tuve la necesidad de organizar un mapa conceptual que me permitiera ordenar de un mejor modo ciertos conceptos.
Desde este punto de vista, podría decirse que este trabajo comenzó al revés. Porque a partir del desarrollo de la sinopsis me vi en la obligación de un informe que le diera sustento.
Se que muchos de los que tuvieron un contacto directo con los hechos, no coincidirán en parte o en nada con lo escrito. Pero más allá de toda discrepancia deseo dejar sentado que este trabajo fue realizado con la mayor honestidad profesional.
ELC
Bibliografía
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Notas
(1) Licenciado en Ciencia Política (UBA).
(2) ANZORENA, Oscar R. Tiempo de violencia y utopía. Pág. 116.
(3) SANTUCHO, Julio. Los últimos guevaristas. Pág. 106.
(4) SANTUCHO, Julio. Op. cit. Cap. III. Pág. 119.
(5) Op. cit.
(6) BASCHETTI, Roberto. Documentos (1970-1973). De la guerrilla peronista al gobierno popular. Pág. 149.
(7) SANTUCHO, Mario Roberto. En: Revista El Combatiente. Números 83, 84 y 85. 1973. Argentina.
(8) BASCHETTI, Roberto. Op. cit. pp. 186-214.
(9) TARCUS, Horacio. El marxismo olvidado en la Argentina: "Silvio Frondizi y Milcíades Peña". Pág. 86.
(10) MATTINI, Luis. Hombres y Mujeres del PRT-ERP. Pág. 31.
(11) BASCHETTI, Roberto. Documentos... Pág. 33.
(12) ANZORENA, Oscar. Op. Cit. Pág. 123-124. Carta enviada por Perón a los integrantes de las F.A.P. que se encontraban detenidos por su intervención en Taco Ralo, el 12 de febrero de 1970.
(13) ANZORENA, Oscar. Op. Cit. Pág. 148. Carta de Juan Perón a Carlos Maguid a raíz del juicio del que resultara objeto como consecuencia del secuestro y ejecución del general Pedro E. Aramburu. 20 de febrero de 1971.
(14) BASCHETTI. Op. Cit. Pág. 139. Mensaje de Perón "A los compañeros de la Juventud". 23 de febrero de 1971.
(15) SEOANE, María: El burgués maldito. Cap. 6.
(16) Texto del mensaje de Juan Domingo Perón difundido por radio y televisión, en "21 de junio de 1973. Dijo el general Perón...", Las Bases, Año II, Nº 49, 28 de junio de 1973, pp. 17-19, y en "Texto del mensaje", La Nación, 22 de junio de 1973, pp. 1 y 16, fuente también citada en "Lo que dijo Perón. Discurso por Radio y T.V. 21 de junio de 1973", R. Baschetti (comp.), op. cit., vol. I, pp. 106-107. Texto del mensaje citado asimismo en La Opinión, 22 de junio de 1973, pp. 1 y 24. Ver análisis del mensaje de Perón en "Hard work demand. Perón calls for law and order" y "Perón the peacemaker", Buenos Aires Herald, June 22, 1973, pp. 1 y 8; "El líder incita a replegarse a los grupos de izquierda. Se reorganizará el justicialismo con una vuelta a la ortodoxia doctrinaria", y "Una clara convocatoria a toda la sociedad", La Opinión, 22 de junio de 1973, p. 24; editorial "El camino propuesto", La Nación, 23 de junio de 1973, p. 6; editorial "El mensaje de Perón", Clarín, 23 de junio de 1973, p. 8; "A los 30 días, el giro a la derecha" y "Perón y su regreso a las fuentes", por Rodolfo Pandolfi, Redacción, Nº 5, Buenos Aires, julio, 1973, pp. 12-14 y 16-19, respectivamente; "El peronismo gobernante y la guerra interna, 1973-1976", op. cit., p. 116; J.L. Bernetti, op. cit., p. 162; E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo II, pp. 83-86 y J. Page, op. cit., p. 257.
(17) SEOANE, María. Op. Cit. Pág. 329.
(18) OLLIER, María Matilde: El fenómeno insurreccional y la cultura política (1969-1973). Pág. 117-119.